lunes, 25 de febrero de 2013

"Ven princesita, te contare una de las historias de tu vida."

No me gusta ir al medico con mi padre. Conoce a todo el mundo. Me cuenta cada historia, de que conoce a cada persona, no me gusta. Hoy tuve que ir con el, y en un momento esa pequeña sala de urgencias se llenó. Por una vez me sentí yo la extraña contándole a mi padre de que conocía a cada persona, tan solo había gente de mi edad. Rectifico. Gente estúpida de mi edad. Putos adolescentes. Pero entonces paso lo de siempre. Soy demasiado sensible con las cosas así, quizás quiera demasiado a mi abuelo. Siempre me pasa lo mismo. Apareció el típico anciano en el que su edad está patente nada mas aparecer, en cada paso, en cada gesto, sus enfermedades están ramificadas hasta su alma. Esos ancianos son los que me marcan.

Quizás sea mal educado por mi parte pero me gusta mirarles a los ojos. Mis padres siempre me dijeron que no me quedara mirando a los ojos de las personas, y menos de las personas mayores pero me apasiona hacerlo. Tengo demasiada imaginación. Me pongo a pensar que seguramente detrás de esos ojos ahora cada vez mas apagados hubo en algún tiempo una mirada que brillaba hasta en los días mas oscuros, una mirada joven, quizás la mujer que le agarra del brazo estuvo enamorada de la persona que ahora tarda 20 minutos en sacarse un pañuelo del bolsillo. Seguramente lo siga estando. Y ahí es cuando me duele.

Y la verdad estaréis esperando que lo que piense sea, ¿Mi padre se pondrá así? pero en lo único que puedo pensar es, ¿Mi abuelo se pondrá así? ¿Mi abuelo está así? Y ahí es cuando me doy cuenta de las cosas. De que quizás yo al ir a verle día tras día no me doy cuenta de sus cambios, de que empeora mas rápido, de que en el esos cambios se notan mas y yo no lo quiero ver. No me doy cuenta de que le cuesta mas levantarse, de que mi abuela cada vez sufre mas, de sus cambios de humor debido a toda esa puta medicación, que si, que odio que se tenga que medicar tanto, tan fuerte, pero seguramente sea necesario. Aunque no quiera darme cuenta. Y me voy dando cuenta de que ni puedo ni quiero hacerme a la idea de un mundo en el que mi jefe ya no pueda estar conmigo, no pueda bromear, no pueda enseñarme todas esas cosas y reírse conmigo como nadie mas lo hace. Son demasiadas cosas solo nuestras, demasiados momentos en los que si el faltara no tendrían la vida que tienen, demasiados vacíos que no podría llenar con nada. Aunque intentara cerrar irremediablemente con lágrimas.

Y aquí me tenéis, la puta típica cáncer sensible hablando de que lo que no quiere perder, demasiado tipico para mi. Supongo que queramos o no todos tenemos una fachada que se puede romper, esa tipica muralla que acaba callendo. Bueno miento, mi abuelo no.

¡Salud y libertad!