jueves, 16 de octubre de 2014

Hamor.

A mi. ¿A mi me vas a hablar de amor? Yo que en un acto de fe perdoné lo imperdonable, me sequé las lágrimas hasta convertirlas en sonrisa y seguí mi camino sin mirar atrás. A mi tú no puedes hablarme de amor, no puedes. Al menos no deberías tener el privilegio de hacerlo. Quizás la vergüenza siempre ha sido una XS en la magnitud de tu conciencia y por eso lo haces.

Deja que sea yo la que te explique qué es el amor. Y si después de leer esto quieres seguir pensando como piensas, de acuerdo. Pero no cuentes conmigo.

El amor es el hoy, no el mañana. Es el ahora, el presente, el instante en que me miras a los ojos (o me tocas el culo). En el amor no hay excusas, ni miramientos. No existen los “luegos” ni los “ya iremos” o “ya haremos”. No valen los pretéritos imperfectos ni la sombra del pasado haciendo eco y mucho ruido en el presente. El amor es quererte, aceparte. Con tus mil defectos y mil virtudes. Es el equilibrio perfecto entre tú y yo. Entre el espejo y tú. Entre tú y el mundo. El amor son esos cajones vacíos que esperan con ansias llenarse de nuevos recuerdos, de cartas aún por escribir y de fotos de lugares y momentos improvisados. Es la canción del invierno y el abrazo del verano. El amor es el todos los días, es el ser mejor persona y hacer todo lo posible sin esfuerzo, para que tu pareja sea feliz. No es imposición ni desgana. No es obligación y una hora que determina el aburrido cucú que siempre marca las seis de la tarde.

El amor no entiende de mentiras, de matices imperfectos o de prosas inconexas. El amor no llega tarde, no se olvida de los cumpleaños ni de tu cita con el dentista .El amor no son segundas oportunidades. Con una ya tienes bastante.

No es un sábado a destiempo ni un “te prometo que lo haré”. El amor no exige de cambios, los cambios ya vienen dados. No es la espera continuada de una transformación pedida a gritos. No es un juego de sábanas de tres. O de cuatro. El amor no es lo que muchas parejas tienen hoy en día. No es un “lo siento, no volverá a pasar”. No es un “no llores más mi amor, te prometo que te compensaré”. ¡No joder! Eso no es amor.

Porque amor se escribe con hache. Hache de HECHOS. El amor es el hecho constante de saber que estás ahí, de que nunca podrías fallarme y si lo haces yo te perdonaría. Es el hecho constante de mis buenos días y mis buenas noches. Es el respeto, la dedicación y la paciencia. Es el hecho constante del interés. El abrazo sincero y la mirada que nunca me abandona. Es el escudo que me protege de los bichos y bichas. Es el hecho agradecido de mi dedicación por ti. Es saber darme mi lugar y mi espacio y de sentirte afortunado por tenerme a tu lado.


El amor es felicidad, no un nudo constante en la garganta. Es el “no te cambio por ninguna” y el querer contar arrugas a tu lado. Es preocupación a veces pero no puede superar nunca las ganas de reír, reír y reír. El amor es ese beso, ese olor, es eso que tú tienes y nadie más. Es el mejor sexo del mundo. Es el estar por encima de la envidia. O por debajo. Da igual, mientras no estés en ella todo irá bien. Es la distensión amena de tu compañía, el secreto que me confesaste mientras dormías y el brazo que me lleva a urgencias cuando no puedo mantenerme en pie. Es el apunte de mis descuidos, mi mejor amigo y mi mejor compañero de vida. De esta vida al menos. De las otras, ya veremos.

Porque ¿Sabes qué te digo? Las poesías para los poetas, las promesas para los mentirosos y los hechos para los que de verdad se quieren.

¡Salud y libertad!

jueves, 2 de octubre de 2014

¿Y si...



No se si alguna vez habéis tenido la sensación de que es todo o nada o mejor aún (o peor, según se mire) si lo habéis vivido. En mi historia esta sensación ya tiene su hueco e incluso su plaza de aparcamiento con su nombre grabado en el suelo.

Después de pasar muchos meses sin dormir, más semanas sin soñar bonito y aún mas días sin ser feliz en ningún puto segundo del día llega el llamado "subidón", ese calentón del momento efímero y veloz que te engaña y te hace creer que has superado tus males, que te hace pensar que nunca mas volverás a estar mal; pero aunque efímero, a mi me bastó ese tiempo para tener los ojos bien abiertos y encontrar los motivos, las razones. Encontrarle (encontrarte).

De verdad no se si habréis pasado por ese 50%, por ese cara o cruz... Pero yo si. En estas ocasiones puedes actuar de dos maneras, luchar por lo que más te atrae y lo que quieres que pase sabiendo que la otra mitad de la manzana, la podrida, puede ser la parte que te toque morder... O esperar a que el tiempo ponga a cada persona en su lugar... La verdad, nunca me ha gustado esperar. Nunca he sabido.

Así que decidí decidir yo. (Por una vez)

Y bueno, aunque siempre escriba sobre mis emociones o sensaciones es porque es de las pocas cosas de las que estoy mínimamente segura en la vida, pero creo que esta vez por mucho que intente definir estas sensaciones no conseguiría ser sincera del todo, ya que no he encontrado (y quizás no existan) las palabras que definan lo que se siente. Para que os hicierais una idea os diría que es como estar a punto de hacer puenting y no saber si la cuerda esta atada o no; o lo que es peor, no haber encontrado ni si quiera el puente desde el que tirarte.

Entonces le vi. Vi esa sonrisa.

Y me di cuenta de que las cosas que tienen que pasar pasan ¿Sabes? Y que quizás mi obsesión por encontrar el puente solo me hacía bloquearme y no saber como atar la cuerda.

Me di cuenta de que cuando queremos todos somos simpáticos, ingeniosos, irónicos e incluso (aunque parezca increíble y difícil en estos tiempos que corren) sinceros, y que aunque no tenga un boli en una mano y papel en la otra a veces las palabras pueden salirme solas.

Y tiré la moneda.

Mordí la manzana.

Me tiré del puente.

Y, ¡Oh, sorpresa! La moneda tenía dos caras, nunca había probado una manzana con tan buen sabor y la cuerda siempre estuvo atada. Pero para saberlo tuve que tirarme del puente.



¡Salud y libertad!