No se si alguna vez habéis tenido la sensación de que es todo o nada o mejor aún (o peor, según se mire) si lo habéis vivido. En mi historia esta sensación ya tiene su hueco e incluso su plaza de aparcamiento con su nombre grabado en el suelo.
Después de pasar muchos meses sin dormir, más semanas sin soñar bonito y aún mas días sin ser feliz en ningún puto segundo del día llega el llamado "subidón", ese calentón del momento efímero y veloz que te engaña y te hace creer que has superado tus males, que te hace pensar que nunca mas volverás a estar mal; pero aunque efímero, a mi me bastó ese tiempo para tener los ojos bien abiertos y encontrar los motivos, las razones. Encontrarle (encontrarte).
De verdad no se si habréis pasado por ese 50%, por ese cara o cruz... Pero yo si. En estas ocasiones puedes actuar de dos maneras, luchar por lo que más te atrae y lo que quieres que pase sabiendo que la otra mitad de la manzana, la podrida, puede ser la parte que te toque morder... O esperar a que el tiempo ponga a cada persona en su lugar... La verdad, nunca me ha gustado esperar. Nunca he sabido.
Así que decidí decidir yo. (Por una vez)
Y bueno, aunque siempre escriba sobre mis emociones o sensaciones es porque es de las pocas cosas de las que estoy mínimamente segura en la vida, pero creo que esta vez por mucho que intente definir estas sensaciones no conseguiría ser sincera del todo, ya que no he encontrado (y quizás no existan) las palabras que definan lo que se siente. Para que os hicierais una idea os diría que es como estar a punto de hacer puenting y no saber si la cuerda esta atada o no; o lo que es peor, no haber encontrado ni si quiera el puente desde el que tirarte.
Entonces le vi. Vi esa sonrisa.
Y me di cuenta de que las cosas que tienen que pasar pasan ¿Sabes? Y que quizás mi obsesión por encontrar el puente solo me hacía bloquearme y no saber como atar la cuerda.
Me di cuenta de que cuando queremos todos somos simpáticos, ingeniosos, irónicos e incluso (aunque parezca increíble y difícil en estos tiempos que corren) sinceros, y que aunque no tenga un boli en una mano y papel en la otra a veces las palabras pueden salirme solas.
Y tiré la moneda.
Mordí la manzana.
Me tiré del puente.
Y, ¡Oh, sorpresa! La moneda tenía dos caras, nunca había probado una manzana con tan buen sabor y la cuerda siempre estuvo atada. Pero para saberlo tuve que tirarme del puente.
¡Salud y libertad!
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