sábado, 7 de noviembre de 2015

El hambre no entiende de prima de riesgo.

Sería muy fácil ponerme frente a este papel y hablar de lo mal que está el mundo, pero después de meditar un buen rato solo he conseguido llegar a una conclusión: mi vida es un privilegio. La vida es un privilegio, no nos estamos dando cuenta, y, mucho menos, lo estamos valorando.

Es muy fácil dar la calderilla de nuestras carteras a ese que toca la guitarra en la calle, y podría animar a cualquier persona a que lo haga, pero no debes sentirte bien, ya que es muy fácil darle a alguien una moneda de cobre cuando vivimos en un mundo de sobres.

El mundo está enfermo y mientras tanto nosotros pensamos que merecemos una medalla por compartir en cualquier red social una foto que hable de la violencia de género o el hambre en el mundo, cuando somos nosotros mismos los que estamos haciendo enfermar al planeta y a sus gentes.

Tenemos que darnos cuenta de que este cambio que tanto y tantos necesitamos tiene que empezar ya. Todavía recuerdo como a los diez años mis amigas dejaban sus equipos de deporte para no verse masculinas, a los quince, mis amigos chicos no eran capaces de expresar un sentimiento y a los dieciocho, si no tenías novio y te gustaba muchos salir eras una buscona. Es muy duro vivir condicionada. Es muy duro darte cuenta de que por ser mujer vas a tener menos posibilidades y un futuro más negro que el de cualquier otro hombre. Pero es que por mucho que se hagan campañas las cosas no cambian y año tras año al ver las estadísticas nos asustamos y nos preguntamos, ¿Por qué? ¿Por qué un hombre gana más que una mujer teniendo el mismo empleo? ¿Por qué en países denominados “tercermundistas” las mujeres solo sirven para la casa y para criar, además jugándose la vida en ello? ¿Por qué las niñas en algunos países no pueden tener una educación mínima? O algo tan sencillo como que por qué asumimos que si la que conduce el coche que va delante es una mujer va a tardar mucho más en aparcar.

Porque mientras sigamos centrados en que nos diferenciamos hombres y mujeres las cosas no van a cambiar, porque si los hombres no tuvieran que ser agresivos para ser aceptados las mujeres no estarían obligadas a ser sumisas.

Y es que, mientras sigamos dividiéndonos en primer, tercer o cuarto mundo seguiremos olvidándonos de que en realidad todos vivimos en este mundo enfermo, y entre otras muchas cosas, todos somos responsables de hacer posible este cambio ya que somos los únicos que podemos hacerlo posible.

Mi vida es un privilegio, al igual que la de todos, supongo. Lo justo sería que todos pudiéramos disfrutarla en las mismas condiciones, dando igual la zona en la que hayamos nacido, dando igual nuestro sexo; porque no existe primer o tercer mundo, existen vidas, y nos estamos olvidando de que eso es lo único importante.

Sólo tenemos una vida, sintámonos orgullosos intentando que todos podamos sentirnos privilegiados.

¡Salud y libertad!

No hay comentarios:

Publicar un comentario